Hay muchas formas de ser hijo, y muchas formas de ser mamá.
Cada una tiene una forma de amar y de ver la vida, pero todas tenemos algo en común:
Literalmente, moriríamos por nuestros hijos.
Pero existe un grupo de madres que se distingue de las otras, porque un día recibió un título honorífico:
Todas son mamá de un ángel.
Las mamás de ángeles, sienten todo lo que las demás mamás sienten, piensan todo loi que las demás mamás piensan, y funcionan igual que todas las otras madres, excepto que sus hijos no están.
Sí, las mamás de ángeles podemos sentir que una parte de nuestro ser anda suelta por ahí, pero no sabemos donde está, no sabemos si tiene frío o calor, si necesita un abrazo, o solamente quiere jugar.
Nosotras sabemos que no podemos hacer nada por ellos, sin embargo, no dejamos de sentir esa necesidad de protegerlos, aunque al final probablemente sean ellos los que nos protegen a nosotras.
Las mamás de ángeles tenemos el privilegio de ser acariciadas, solamente de vez en cuando. No podemos tomar a nuestro hijo y besarlo. No podemos darle abrazos, cantarles una canción, ni arroparlos para dormir.
Solo a veces, nos visitan en nuestros sueños, pero son ellos los que nos acunan.
Amamos sin medida, pero no tenemos a quien dar todo ese amor.
Entonces a veces nos ahogamos, y dejamos que salga por los ojos, para sentirnos más livianas.
A veces se lo entregamos a un nieto, a un sobrino, a un niño con el que nos cruzamos, o a algún desamparado que lo necesite.
Pero no es lo mismo.
Cuando un niño nace, nace un nuevo corazón en su madre, y cada niño, viene con su propio corazón.
Por eso es que un hijo no puede reemplazar a otro.
Por eso es que el amor de un ángel, permanece intacto para él, y aunque lo intentemos, no podemos regalárselo a nadie más.
Las mamás de ángeles no tenemos miedo de morir, porque el misterio incomprensible de la muerte se nos reveló un poco, cuando un pedacito de nosotras tuvo que partir.
Podemos sentir cosas que nadie más puede.
Sabemos cosas que nadie más sabe.
Entendemos un poco más el milagro de la vida, y el milagro del amor.
Si parecemos distraídas de repente, si miramos a la nada, o nos quedamos en silencio, no te preocupes:
Ese es el momento en el que nuestro ángel nos viene a visitar.
Tal vez lloremos, pero es solo el amor guardado por tanto tiempo que necesitamos entregar para poder seguir.
Nosotras no podemos elegir cuándo, solo podemos esperar pacientemente el encuentro.
Y tal vez nunca escuchemos a nuestro ángel decirnos "mamá", tal vez nunca nos digan "te amo", tal vez nunca podamos abrazarlos fuera de nuestros sueños, pero siguen siendo nuestros hijos, y seguimos siendo madres.
Sí, una mamá completita, hecha y derecha, que tiene un hijo especial.
Un hijo que no es de este mundo, pero existe en la eternidad.
Un hijo que crece un poco cada día, que cumple años, que vive historias imaginadas.
Un hijo que, a diferencia de los otros hijos, no llegó a este mundo necesitando nada.
Llegó con la misión de enseñarnos, y aprendimos.
Aprendimos a ser fuertes.
Aprendimos a amar sin miedo.
Aprendimos a extrañar.
Aprendimos a esperar.
Aprendimos a tener fe.
Aprendimos a soñar despiertas.
Aprendimos a creer.
Aprendimos a aceptar.
Aprendimos a soltar...
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